Nuestro (love) affaire con Lavapies empieza en 1972, más precisamente en una pequeña frutería de la calle Amparo, con un cartel manuscrito que proclamaba Lea alquila piso.
Pocos saben que Lea tenía la espalda inquieta, las piernas flacas y ojos claros.
Que no era tan bonita pero que su lengua despiadada la hacía irresistible.
Que cuando se enteró de que su marido era preso de otros perfumes y otro abrazo, sin más lo dio por muerto y se dedicó a sus negocios: alquilar sus propiedades en Lavapies.
En uno de sus párvulos pisos transcurrió nuestra infancia.
¿Volver? Siempre quisimos volver…
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